Pausen el mundo que me quiero bajar
- Daniela
- 19 jun 2021
- 3 Min. de lectura

Hoy conversaba con algunas de las personas más importantes de mi vida, sobre algo muy puntual: congelar tu carrera universitaria.
Lo que más se repitió fue que a veces, nuestras propias expectativas y juicios sobre nuestro exterior son lo que nos terminan encasillando y enjaulando en miedos que nos paralizan y empiezan a envenenarnos por dentro. Creo que cuando estamos frente a situaciones complejas, una pregunta crucial es "¿Qué es lo que te acerca a tu mejor versión? ¿Qué es lo que sacará lo mejor de ti, lo que te ayudara a convertirte en la persona que deseas ser? Aquella persona que ya cumplió todos los sueños que llevas anotados en tu pecho, que ya sanó varias heridas y que no le da miedo hablar de ella en voz alta. Aquella persona que cumplió sus metas y ya está tramando otras nuevas. Detenerse y pensar el camino que me llevará a convertirme en ella.

Lo difícil, es que para tomar esa decisión de si elegir el camino A o el camino B, congelar o terminar el semestre, elegir este o este otro trabajo, decirle adiós a una persona o saludar a otra, para todas estas decisiones hay un sustento que no podemos ignorar: el autoconocimiento. El saber quienes somos hoy, y quienes queremos ser mañana. Poder mirarnos al espejo y saber -con certeza, no con la ilusa seguridad de la zona de confort- lo que nos hace bien, lo que nos llena el alma, lo que nos sirve para tomarlo y lo que nos daña para saber cuando soltarlo (o no elegirlo en lo absoluto). Si nos conocemos, formular la persona que queremos ser mañana nos será muchísimo más fácil.
Conocer el pasado, haber pasado ya varias noches platicando con él cosa de entender por que algunas piedras de nuestra mochila pesan tanto y porque a ciertas heridas le salieron flores. Entender nuestra esencia y lo que no nos gusta de ella, sacarle el polvo a aristas de nuestra historia que no conocemos por miedo a enfrentarlas, ya que nos relevan el porque hoy revisamos el destinatario dos veces cuando la vida decide llenarnos las manos de felicidad. O el porque pestañeamos cuando alguien nos mira, como si se pudiese evitar el contacto humano, ese que te hace llorar el río que llevas años acumulando.

¿Es tan disparatado querer congelar hoy? ¿Rogar por una pausa? ¿Vernos abatidos por premisas auto limitantes? "No quiero atrasarme", "veré a mis amigos graduarse y me voy a arrepentir", "en vez de salir a los 24, saldré a los 25". ¿A dónde vamos tan apurados? ¿Vale la pena llegar rápido, si en la meta no reconocemos a la persona en el espejo? Mira, que yo no digo que una excusa sea mejor que otra, mi punto es que debemos saber diferenciar lo que nuestra mente dicta a lo que nuestro corazón dice. Nuestros pensamientos suelen ir orquestados por el mundo exterior, las opiniones de otros, las expectativas de la sociedad, etc. pero nuestro corazón sabe perfectamente lo que nos da vida, lo que nos hace vibrar de felicidad y llorar sin miedo frente a las personas correctas. Dentro nuestro, nosotros sabemos perfectamente lo que nos hace ser nosotros mismos. Sólo hay que descubrirlo. Por lo que si tu instinto te pide pausa, te pide repensar tu vida, reformular tus sueños, darle tiempo a tu cuerpo, leer esa saga que tienes pendiente, trabajar en lo que te gusta, comenzar a aprender sobre las plantas que tienes en tu pieza o a entender porque algunas noches lloras más que otras...hazle caso.
Hazle caso porque te prometo que de nada sirve aplazar quien eres, o quien quieres ser, sólo por lo que haces.

Cada uno de nosotros se define por lo que es, no por lo que hacemos. Por lo que quizás una pausa a lo que hacemos nos sirva para dedicarnos a nosotros, a cambiar de vida, de sueños, a llenarnos de eso que nos da combustible para enfrentar lo difícil que puede ser el mundo a veces (y hoy más que nunca). Y si no sabes quien quieres ser, o quien eres, quizás este sea buen momento para hacerlo. Pausarte, ir a terapia, hacer una lista de lo que te gusta y lo que no de ti, cuidarte, ponerte como prioridad. Porque lo vales, vales la alegría de conocerte.
Yo tan solo te pido que no te aplaces. No aplaces quien quieres ser, no aplaces quien eres hoy. Por algo tan pequeño como tu carrera universitaria. Y no me mal entiendas, yo amo la mía, y por lo mismo quiero terminarla bien, enterita. Llegar a la meta sonriente y no con el alma echa pedazos.
¿De que te sirve el logro académico si no eres capaz de subirte al podio, porque tus piernas ya no aguantan el daño?
Y aquí entre nos, muy lejos no llega quien no se detiene a abrazar y cuidar su vida. Créeme, porque lo aprendí a la mala.
21 años a la mala.
Abrazos,
Daniela.
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