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Todo lo que es sanar, todo lo que es el mar

  • Foto del escritor: Daniela
    Daniela
  • 12 dic 2021
  • 5 Min. de lectura

Yo, dándome un abrazo

Creo. Creo que por fin puedo poner en palabras lo que han sido estos últimos 13 meses (desde que inicié terapia). Creo que ahora estoy lista para explayarme frente al mundo (o frente al reducido número de personas que lean esto) y ponerle nombre a la experiencia que ha sido el proceso de sanar. ¿Amplio, no? Sanar una herida que se pudo haber formado de infinitas formas posibles. Recuerdo que hace un tiempo escribí las siguientes líneas: "de las heridas salen flores, si somos lo suficientemente valientes para abrirla y ponerle semillas" y wow que sí, que súper sí.


Me gustaría partir señalando que sanar es un proceso, no la meta en sí. Y además algo que por supuesto aún me encuentro en proceso, donde he pasado por diferentes instancias de sanación en los últimos 8 años. Sanar es un camino de valientes. ¿Me estoy tirando muchas flores? No. Sanar es de personas increíblemente valientes. ¿Qué los diferencia de los demás? Porque claro, todos en algún momento de nuestra vida nos enamoramos, nos defraudamos, nos caemos y nos pasan cosas. Pero, y ojo acá, no todos sienten realmente lo que viven. No todos se dan el espacio de permitir que las emociones pasen la mañana a nuestro lado. Porque sentir asusta, sentir implica darle el espacio físico, emocional y mental a que el proceso nos atraviese, sin juzgarlo, sin cambiarlo, que sólo sea.


Sentir implica hacernos responsables de lo que nos pasa ya que mediante lo que nos ocurre (o más bien, lo que hacemos con eso) adquirimos herramientas para la vida, para relacionarnos, para sacarle no solo el jugo sino que la pulpa entera a la experiencia de ser una persona aquí y ahora, en este mundo. Esto, sólo ocurrirá si tomas un respiro fuerte y te hundes en las emociones, si eres valiente para sentirlo todo y vivirlo, porque quien no siente no vive. Y quien no vive se muere.


Para mí, la naturaleza es un espacio sagrado en donde puedo ver mi alma y esencia con mayor nitidez, un espacio donde puedo escucharme mejor, verme mejor y sentirme mejor. Para algunos ese espacio de encuentro con ellos mismos es el baile, la escritura, los viajes, el tiempo a solas con un café, o ver su reflejo en los ojos de otro. Sea cual sea, fuera cual fuese, conócete. Siéntate y oblígate a desarmarte, a ver todo lo que te compone para entender como es que te conformas tú hoy. ¿Por qué?...





Porque mereces vivir una vida al máximo de tus capacidades, una vida en la que tus sentimientos sean vividos en concordancia con tu corazón, con pensamientos claros que no se confundan con heridas del pasado, estrechar lazos con sonrisas honestas y armar relaciones sanas con quienes te rodean.

Mereces sanar y presentarte al mundo con el espíritu fuerte, listo para vivir lo maravilloso que hay bajo nuestros pies. Mereces dejar de responder "bien y tu" cada que te lo preguntan. Mereces que te vean tal y cómo eres (y entender lo que eso significa). Mereces un lienzo con todas las palabras del mundo para poder ordenar tus piezas, tu mente, tus sentimientos y mirarlos a la cara sin sentir que se te rompe el alma. "Estoy esperanzado, estoy sensible, estoy ilusionada con el mañana, estoy impaciente, estoy devastada". Ponerle nombre para reconocerlo, reconocerlo para entenderlo, entenderlo para soltarlo.


Mereces pintar tu lienzo a tu propio gusto, y no dejar que las partes de ti desconocidas tomen el mando. Calar profundo, que duela, que arda, que sane. Entender que hay patrones que repetimos hasta el día de hoy no por ser defectuosos, o por estar rotos, sino por nuestra historia. Coger las piezas de ti olvidadas, aquellas polvorientas que por miedo no reconoces o que por vergüenza te sigues convenciendo que no son tuyas. Hacer las paces. Mirar las partes de ti que adoras y las que no tanto, invitarlas a la fiesta y agradecerte por haber llegado hasta donde estás hoy.



Una analogía. El mundo es un gran océano de kilómetros de extensión. Los seres humanos podemos andar en un bote, o elegir nadar por el agua. En el mar habitan todas las emociones del mundo, desde la euforia hasta los celos, desde la tristeza hasta el amor. Cuando la vida nos pasa (porque nos pasa a todos) podemos diferenciar a dos tipos de personas: aquellas que se mantienen en el bote, pasando las situaciones de su vida de forma superficial, sin tener mucho contacto con el agua por miedo a ahogarse. Ellos avanzan por la vida sobrellevando todo desde la superficie del agua, flotando, pero conscientes de lo que ocurre en el océano. Por otro lado, están aquellos que ante la vida, nadan. Deciden hundirse y experimentar sus sentimientos en este mar azul profundo, empaparse de sus emociones y dejar que cada célula de su cuerpo sienta, y sienta bien.



Como ven, ambas personas están pasando por situaciones que nos ponen a prueba, pero aquellos que deciden hundirse, pueden ver las infinitas posibilidades que hay debajo del agua, pueden entender por qué el haberse sumergido en su tristeza les permitió salir a flote en otra parte del mar, más linda que la anterior. O por qué el hundirse en el amor que sentían les mostró los más lindos paisajes submarinos y de paso le enseñaron a hacer piruetas acuáticas con las que ahora alegran sus días. Al hundirse, se encuentran con otros valientes que no le temen a sentir, que no le temen a vivir emociones como el duelo, la pena, la rabia y la envidia, porque saben que ahí, entre la corriente y aquellos dispuestos a aprender van a desarrollar las herramientas para mañana llegar a otras islas, a otros mares, a otras costas y a otros tesoros.


La vida es un océano y nadie se salva de las olas. Pero ya que estamos aquí, hundámonos. Mira que lo que no se hunde, nunca tiene la opción de emerger mejor.


No podemos salvarnos de las olas, pero sí podemos decidir ser valientemente vulnerables para hundirnos y abrir los ojos en el agua salada, ponerle nombre a nuestras corrientes y abrazar nuestros tsunamis. Podemos elegir cuando salir a flote a tomar aire y cuando las cosas se ponen feas, y las olas no paran y el océano quiere tragarte, te aseguro que te sentirás más seguro bajo el agua que en el bote. Porque en el bote, se pierde el control, pero hundiéndote en tus emociones no. Y es que en el bote no puedes ver lo que ocurre bajo el mar. ¿Y como avanzas en la vida sin entender lo que ocurre en ella?


Suena radical "hundirse" en algo, pero cada vez que lo hagas, te irás dando cuenta que en realidad, algunos mares no son tan profundos, o que ciertas olas que pensaste te tumbarían, en realidad te acercaron a una isla compuesta por tus sueños. Así que húndete, claro que sí. Y sal a flote y aprende de los demás valientes que te rodean.


Y no te lo pintaré de más eufemismos. Ser valiente duele, asusta, es incomodo. Verbalizar lo que somos y elegir ser auténticos, con el riesgo de perder amigos, relaciones, expandir nuestros limites por una vida más linda, más nuestra. Pero créeme, que asusta muchísimo más una vida no siendo quien eres realmente, una vida donde al final de ella te preguntes: ¿y si hubiese sido valiente?. Eso sí da miedo.


Brené Brown, una de las mujeres que más admiro, habla en su charla TED sobre la vulnerabilidad, y rescato esta frase, que me cambió la visión de muchas cosas: "¿How can you make yourself be loved if you cannot be seen?" lo que se traduce en: ¿como puedes dejarte amar si no te dejas ver?. Así que siéntelo, háblalo, muéstralo. Aquí estoy yo, con un poco de arena en la oreja y mi cabello lleno de sal, pero aquí estoy, y esto siento, y esto soy, y esto quiero ser. Y lo vales. Por supuesto que lo vales. Salta, sal de tu bote, te prometo que flotas.


Te prometo que vives.


Un fuerte abrazo,

Dani.


P.D. La charla de Brené Brown está en netflix y se llama "La llamada de la valentía".



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